Desde muy temprana edad me gustaba dibujar pájaros y plantas. Las plantas eran para mí objeto de admiración y atención, por su fragilidad, colorido e infinidad de formas y tamaños. A ellas se sumó la inspiración a escribir, que se despertó un poco más tarde, cuando miraba el cielo y se presentaba en mi retina la Vía Láctea y esa inmensidad inconmensurable de galaxias. Me imaginaba otros mundos, otros seres que, como yo, estarían haciendo exactamente lo mismo.  Así que esa fuente inagotable de imaginación la he ido explorando por caminos creativos diversos, uno de ellos la escritura. Faceta que me apasiona vincular con la experiencia de otros artistas y creativos, hablar por ellos en la distancia, quizá de siglos, pero que con su inquietud han plasmado una imagen imaginaria de su propia mente creadora.

Estos primeros relatos dedicados a artistas y diseñadores son mi más sincero agradecimiento a su aportación. Porque el diseño y el arte, sea literario o plástico, son prueba de un afán de sentir que somos portadores de algo bello. Algo bello que se expresa y que el artista lo materializa enriqueciendo su propia vida y a todos los que, de algún modo, se acercan a su expresión creativa. Para crecer y ser un humano más cercano a la sensibilidad de estar despierto a las cosas bellas que la vida nos muestra en cada instante. El artista nos permite pararnos y ver que somos algo más de lo que aparentemente sentimos, haciéndonos tocar las estrellas que nos despiertan a la creatividad y la imaginación.